miércoles, 1 de junio de 2016

La polilla en la casa del humo

Música recomendada para la lectura: Mad Max Fury Road OST





Hay libros que buscas, esperas, deseas incluso y tienes plena confianza en que te van a gustar, aunque te digan lo contrario, ya sea porque eres seguidor del autor o porque hay algo que te dice que es una apuesta segura. Hay otros que llegan casi sin querer, con algunas recomendaciones muy buenas y que encuentras en un viaje a Madrid. Lo ves en una mesa de una librería, medio escondido y recuerdas que lo tenías apuntado en una lista de "futuras lecturas". Te lanzas y te lo llevas, rendido ante su misteriosa portada y su trama.
Encontrarte con un libro como el de Guillem López es uno de esos casos raros donde terminas satisfecho y afortunado por habértela jugado.
Un triunfo, vamos.

La sinopsis oficial no puede ser mas tentadora: Bienvenidos al pozo, una caverna insondable con mil galerías y túneles, fortalezas pétreas cerca de la superficie y barrios profundos de nichos cavados en la roca. Este es el escenario, brutal y despiadado, en el que habita Veintiuno, un joven que pasa las horas envuelto en una nube de bok en la casa del humo, desde donde interpreta sus posibles destinos: entregar su cuerpo al dios de la mecánica y ser útil en una excavación sin fin, convertirse en un paria o, finalmente, ascender a través de los bajos fondos, pero deberá pagar un alto precio por medrar.

Con esa premisa y en apenas 176 páginas, Guillem López crea un universo nuevo, le da tres vueltas y nos deja una historia que mantiene la tensión hasta el final. No es tarea fácil; primero por la "corta" (entrecomillado, por supuesto) extensión de la novela, sobre todo para presentar un escenario con tantas ideas y segundo, por las posibles referencias que nos vienen a la cabeza y pueden influir en el disfrute de la obra.
El estilo del autor, directo, brutal y sin florituras, nos pone en conexión con la nueva generación de autores de género españoles, con Cañadas y Bueso, con la "élite" actual y sin perder en la comparación. Esa manera de narrar se une con la historia de una forma visceral, le da forma desde el interior, como los mecatactos presentados en el libro modifican sus cuerpos a partir de partes metálicas. Frases como disparos, a veces crueles, otras desagradables pero acertadas al máximo. Un ejercicio de estilo impecable.

El pozo, versión George Miller

Tanto elogio a su estilo quedaría vacío si el resto es una mierda. Afortunadamente, no es el caso. El universo que envuelve a la novela tiene reminiscencias a Mad Max (o como se puede leer en las referencias de la tapa a La fuga de Logan, en una analogía brillante) pero no centra su atención en Mel Gibson, Tom Hardy o quién interprete al guerrero de la carretera. En esta ocasión el foco se queda bajo tierra, en alguno de los poblados que Max deja atrás, entre la polvareda que levanta su V-8. En esa zona bajo tierra encontramos una civilización que malvive horadando el suelo, buscando minerales, envenenándose con cada respiración. Los cristales son la moneda de cambio, el sol no sale nunca ni hay información de si hay vida en la superficie; lo único que queda es excavar, encomendarse al dios de la mecánica y vivir lo suficiente para poder cambiar tus débiles partes humanas por poderosas herramientas mecánicas. En tal mundo, Veintiuno, demasiado joven para trabajar a destajo y mayor para ser considerado un niño, sueña con brillar, escapar de la horrible vida de su una familia, aunque sea entra las volutas de la casa de humo, su fumadero particular.
Veintiuno representa a la juventud, la inocencia cercenada por el sistema, el adolescente rebelde y soñador que se resiste a plegarse a las convenciones de la vida. Quítale el envoltorio post apocalíptico y podemos reconocer a Veintiuno en cualquier instituto, en cualquier barrio. Todo es mejor, obviamente, con su dosis de futuro pesimista. Imaginaos El guardián entre el centeno sin tanta trascendencia y envuelto con papel grasiento, sucio (esto último como tomadlo como elogio). Veintiuno se relaciona con lo peor de un mundo que ya en si mismo es lo peor: deshumanizado, desensibilizado, sin opciones viables de supervivencia. Envidia a los locos por vivir sin responsabilidad, anhela la vida de esbirro de la mafia por su poder y es feliz entre los colgados de la casa de humo.
Entre tanto apocalipsis se esconde una visión terriblemente cercana al mundo en el que vivimos, exagerado pero reconocible, con un sociedad estratificada donde las basuras de los de arriba bañan a los de abajo, donde se glorifica la violencia y el poder, sin importar de donde venga y hacia quién se dirige.

La novela es brillante aunque se le pueden reprochar un par de peros. El arranque es apabullante, devoras páginas sin parar, hasta que llega un punto en el que parece que la historia se estanca, se vuelve recurrente aunque sea un espejismo. El otro punto oscuro quizás sea que un mundo tan bien recreado, con tantos callejones oscuros, requiere mas de 180 páginas para saborear su acidez. Ojalá volvamos a ese pozo.

La polilla en la casa del humo (Aristas Martínez, 2016) es una joya, uno de esos libros a recomendar a todas las amistades (y a enemigos, también). Literatura de alto voltaje salida de callejones oscuros. Uno de los imperdibles de 2016 y Guillem López, uno de los autores a seguir muy de cerca.

¡Sed testigos!



2 comentarios:

  1. Hola :) Le tengo muchas ganas no, lo siguiente. Entre alguna reseña que va saliendo y el hype vía twitter es un no parar. La historia pinta interesante no, lo siguiente, y que sean además solo 176 páginas me acaba de animar a metermelo en mis lecturas veraniegas, que necesito libros cortos y muy buenos para los ratos entre trabajo y playa. Un abrazo y genial reseña ^^

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    Respuestas
    1. Es una de las novelas imprescindibles a poco que te guste la temática. Además que sea cortita y ligera de llevar es un plus para el verano, sin duda 😬.
      Dale una lectura que aciertas seguro!
      Gracias por el comentario, un saludo!

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